About noroviruses (I). And at this time, not due to cucumbers…

Alemania vuelve a estar bajo los focos de la seguridad alimentaria (o de sus carencias). En las últimas semanas de septiembre (los primeros casos se dieron el 19 de septiembre), cerca de once mil personas (mayoritariamente niños y jóvenes) de institutos del este de Alemania (Berlín y sur de Turingia, Brandemburgo y Sajonia) han padecido diarreas y vómitos debidas a norovirus. De este gran número de afectados, únicamente una veintena de personas han requerido hospitalización, aunque fueron dadas de alta al poco tiempo al no desarrollar complicaciones.

Como puede entenderse, esta incidencia en un grupo tan concreto de la población apuntaba a los comedores y cafeterías escolares y de hecho estos primeros días de octubre se ha confirmado por parte de las autoridades alemanas que el origen del brote estaba en fresones congelados importados desde China, con implicación al menos de la compañía Sodexo. Sin embargo, en estos momentos aún no se conoce en que punto de la cadena de manipulación de los fresones se produjo la contaminación. Y la experiencia dice que llegar a una conclusión definitiva en estos casos es tarea ardua y a menudo no coronada por el éxito.

Las autoridades comprobaron que algunos operadores (empresas de catering) servían los fresones como postres sin una etapa previa de calentamiento. De hecho, los diversos procesos de descongelación, y último procesado, empleados por diferentes cocinas y operadores podrían explicar las diferentes tasas de infección, siendo el lote de fresones distribuidos el mismo (y suponiendo que los fresones estuvieran uniformemente contaminados!!!).

Los norovirus se propagan con gran rapidez en comunidades cerradas o semi-cerradas como escuelas, hospitales, residencias o cruceros (ver CReSAPIENS nº 2) ya bien sea persona a persona (contacto directo), a través de alimentos o superficies contaminadas e incluso por ingestión de partículas aerosolizadas si estamos cerca de una persona que tiene un episodio de vómitos. Para esta elevada transmisión colaboran dos factores: una extremadamente baja dosis infecciosa (del orden de 10-20 partículas o virus pueden desencadenar infección) y una muy elevada excreción (del orden de 109-1011 virus por gramo de heces, incluso a cargo de individuos con infecciones asintomáticas). Estas superficies contaminadas lo pueden ser por acción del contacto con las manos de afectados o bien por episodios de vómitos. Aunque éstos se limpien, si en esta limpieza no se emplea lejía poco diluida (1/10 a 1/50) y se cubre un área de varios metros de radio, posiblemente nos estaremos dejando norovirus infecciosos sobre superficies que pueden permitir una ulterior transmisión de la enfermedad.

Los norovirus presentan una elevada persistencia ambiental y son uno de los virus más resistentes a los procesos de desinfección habituales (por ejemplo, no son sensibles a los desinfectantes basados en alcoholes y particularmente son bastante termoestables, aguantan perfectamente la congelación por largos períodos de tiempo y resisten mejor que otros virus temperaturas de cocción o equivalentes).

Por si esto fuera poco, últimamente se ha puesto de manifiesto que, como otros virus ARN que carecen de capacidad de corrección en su replicación, los norovirus son un grupo genéticamente diverso que evoluciona con rapidez y plasticidad (siguiendo el concepto de quasiespecies virales) lo que explicaría la aparente falta de inmunidad protectiva cruzada prolongada. Vamos, que una infección por norovirus no nos salva de sufrir otra, por otra estirpe, al cabo de unas cuantas semanas o meses.

Afortunadamente estamos ante un virus que provoca sintomatología leve en la mayoría de los casos y no deja secuelas. Eso sí, puede arruinarnos una semana escolar, una cena con amigos o familia o…un crucero.

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Cap de la Unitat de Biocontenció IRTA-CReSA. comentarisviruslents.org xavier.abad@irta.cat