Comentarios viruslentos (28): La gestión del bio-riesgo y sus derivadas sociales

El texto que sigue a continuación son las palabras iniciales que como Presidente de la Asociación Española de Bioseguridad di en la apertura del 3er congreso de dicha asociación, AEBioS, celebrado en Bilbao este 17 y 18 de octubre de 2016. Ese mismo día, diversos asistentes al congreso me comunicaron que les había gustado especialmente porque era un enfoque original y bien trabado. Aquí lo dejo.

Estimados/as compañeros/as,

Estáis viendo un pato cojo (en referencia a los presidentes estadounidenses en su segundo mandato cuando enfilan la puerta de salida, y a mi me quedan dos días) pero este pato cojo desea compartir con vosotros algunas reflexiones antes de dar inicio a este 3er congreso AEBioS.

La bioseguridad en sentido amplio pretende garantizar un nivel adecuado, no absoluto, de protección en la transferencia, manipulación y utilización segura del material biológico, este éste modificado o no, y que pueden afectar la diversidad biológica o por ende a la salud animal o vegetal, o supone riesgos para la salud humana. La bioseguridad es gestión del riesgo, prevención o mitigación del mismo, en tanto que estos riesgos inciden en la vida humana, y en aquello que posibilita la vida humana, como es su entorno y su alimentación. Por tanto hay múltiples aplicaciones de la bioseguridad en sanidad animal y sanidad vegetal.

La combinación de riesgo y técnica es evidente desde los inicios de la revolución industrial…toda aplicación tecnología que nos hace ir más rápido, más alto, más lejos, más adentro supone por parte de la sociedad la asunción de un riesgo residual que se quiere conocido o cuantificado “a priori”. Que el riesgo sea aceptado socialmente depende de la percepción que la sociedad tenga de éste riesgo… o de la que se le haga tener. Y aquí nosotros, los aquí presentes y otros muchos que no han venido tenemos mucho que decir porque la probabilidad de riesgo técnico no guarda muchas veces ninguna equivalencia con el riesgo percibido, y si así lo quiere, aceptado por la sociedad. La emergencia de nuevos patógenos, o la reemergencia de otros casi olvidados, el escape de los mismos de las instalaciones que los contienen, las alertas epidemiológicas, suponen un riesgo cierto pero la cuantía de mismo no es decidida sólo por técnicos, médicos, científicos sino también por otros actores sociales (medios de comunicación, políticos, activistas, ONG’s…). No lo olvidemos.

Y de ahí caemos muy seguidos, y quizá demasiado adentro, en el “principio de precaución”, el terreno en el que lidian el riesgo tecnológico y esa especie de riesgo social. Hace décadas, la lógica del progreso, o cierta inconsciencia, generaba cierta tolerancia ante el desconocimiento del riesgo. Esto hoy, cuanto menos socialmente, no es admisible…fácilmente. Ahora lo que se lleva es la valoración de los riesgos conocidos, y por ende susceptibles de valoración y ponderación. Pero, ¿de verdad conocemos todos los riesgos, los tenemos cuantificados? El “ante la duda, no lo hagas” se impone, quizá en demasía, cuando no hay certeza científica ni en un sentido…ni en el otro. Llevar la incertidumbre científica al ámbito público genera una reacción de indeterminación social, de bloqueo social. Una prueba de ello es la controversia de los experimentos GoF (Gain of Function) y de las moratorias aplicadas, que me habría gustado poder traer a este congreso…pero aún es pronto.

Alguns dels ponents d'AEBioS 2016.

Algunos de los ponentes de AEBioS 2016.

Es la propia ciencia, son los propios científicos y técnicos los que reconocen sus límites, los sabios saben bien lo que no saben y hasta donde llega o puede llegar lo que saben. El principio de precaución bebe de este conocimiento científico sobre sus limitaciones, sobre el propio desconocimiento. Si el principio de precaución expresa fe en la ciencia, en el conocimiento científico de lo que todavía no se sabe y acepta con convicción lo que se sabrá si se sigue investigando puede ser una buena herramienta, si se utiliza para bloquear o dilatar en el tiempo no.

Y es nuestra responsabilidad dejar de ser introvertidos, auto-referenciarnos … escucharemos comunicaciones de compañeros, algunos conocidos, otros que conoceré hoy, en los que como miembros de la comunidad científico-técnica, evaluarán o gestionarán el riesgo biotecnológico “hacia dentro” mirándonos a nosotros. Eso está bien pero tanto o más importante que esto es hacer un discurso social, que incluya elementos o realidades no técnicas, respondiendo a preocupaciones de la sociedad y que lo hagamos hacia afuera, colaborando, dando opinión autorizada en prensa, radio, televisión o aprovechando la gran herramienta de internet y las redes sociales. Aquello que no hagamos nosotros…

En un pasado no muy lejano el ser humano era el centro, antropocentrismo. Actualmente, aunque nos reservemos un papel “importante” vemos que formamos parte de una malla, somos un nódulo, y dependemos para vivir de otras formas de vida. Hace tiempo leí que si hace diez mil años los animales domésticos y aquellos que los domesticaban suponían apenas el 1% de la biomasa terrestre vertebrada, hoy suponen el 98%. Como podemos entender esta explosión poblacional se la realizado a costa de otros organismos vivos del planeta y gracias al dominio tecnológico…pero a la vez somos más conscientes al ser más conocedores del difícil equilibrio entre el ser humano y su entorno. La gestión de nuestros riesgos también va de esto.

A esto hemos de sumar un estado de opinión social de cierta prevención, desconfianza, ante el desarrollo científico y técnico, sobre todo en las diferentes ramas de las ciencias de la vida. Un argumento que alimenta este estado de sospecha permanente es el de la auto-refutación científica en el sentido que hoy día la ciencia no es capaz de ofrecer una respuesta unívoca en algunos campos; son frecuentes las controversias en estudios que sancionan la existencia de riesgos elevados con otros que los ven mínimos.

Nadie discute el riesgo, es inherente a toda actividad humana (por ejemplo conducir), pero porque ha sido aceptado socialmente antes. Sin embargo, cada vez nos hemos vuelto más exigentes y ahora la aversión al riesgo parece absoluta. Se pretende la garantía de un riesgo cero, pero no cero Celsius, se pretende un cero Kelvin!!, y si eso no es posible, abandonar ese experimento o esa tecnología. Hemos pasado de aceptar la ausencia de pruebas de los efectos perjudiciales a reclamar con mucha vehemencia que se demuestra la inexistencia de esos efectos. Nos conformábamos con la ausencia de pruebas y ahora mataríamos por tener pruebas de ausencia. Y aquí asoma de nuevo sus orejas el principio de precaución, mal entendido.

Nadie discute el riesgo, y de esto va nuestro congreso (para más detalles ver la web específica); de la evaluación del riesgo en investigación y docencia universitaria (sesión 1); de cómo organizar la caja (el edificio) en el que vamos a manejar ese riesgo y el personal que lo gestionará (sesión 2); de cómo solucionar tecnológicamente el riesgo que suponen las rupturas controladas en biocontención (sesión 3, en principio una especie de caso práctico); de cómo la aproximación a la bioseguridad cambia, obligatoriamente, cuando el material que tenemos entre manos es diferente (sesión 4); de la brecha entre la percepción social y la gestión técnica de la bioseguridad, sobre todo en situaciones de crisis y de cómo comunicar ambos compartimentos (sesión 5), y finalmente, y quizá, sólo quizá, el más importante, de cómo formar, de cómo formarnos, pero también diría de cómo formar opinión en nuevas mentes, en lo que respecta la bioseguridad y la biocontención (sesión 6). Ahí es nada.

Y lo vamos a dejar aquí. Alea jacta est que dijo aquel. Declaro inaugurado, nunca pensé que diría esto en serio, las sesiones del 3er. Congreso español de Bioseguridad y Biocontención, de nuestra asociación AEBioS. Muchas gracias a todos. Eskerrik asko.

Conoce algo más al autor de este post:

Cap de la Unitat de Biocontenció IRTA-CReSA. comentarisviruslents.org xavier.abad@irta.cat